Brisa de verano que
revolotea por tus pestañas y se entretiene en tu pelo… unas veces acariciándolo…
otras encrespándolo… Ecos de un vetusto mar azul que se empecina en bañar tus
pies… una y otra vez…
La tarde, aciaga ya, me
trae a la memoria los recuerdos de un tiempo que por ser pasado no ha dejado
nunca de ser tan nítidamente vivido… Tardes que saben a sal más que a sol…
tardes de continuos “quiero”, de sueños e inocentes deseos… tardecitas de luz… más
que iluminar el cielo… era ésta la que reposaba en tus ojos… tardes de piratas y bucaneros…
de indios y vaqueros… y a la noche nos tumbábamos
sobre la arena a mirar el firmamento y a contar luceros…
¿Es tu nombre ese que
tanto me silba el viento? … me miras… lo piensas… y lo pienso… Dame la mano, no
tengas miedo, subiremos a lo alto… a lo alto del faro… te enseñaré ese lugar
secreto que yo solo se… ese lugar donde cada noche las estrellas cantan y se
bañan en el mar… a veces incluso hasta baja la luna y con ellas chapotea… de mi
no dudes, mira hacia allí… dame la mano… o mejor abrázame… que quiero que en mi
creas… Tápate… no me cojas frío… cae la noche y hace relente… acurrúcate junto
a mi… que ahora averiguaremos porqué la noche sigue siendo tan oscura si existe
entre los dos tan intensa y hermosa luz…
Jesús.