lunes, 11 de marzo de 2013

Luz...



Brisa de verano que revolotea por tus pestañas y se entretiene en tu pelo… unas veces acariciándolo… otras encrespándolo… Ecos de un vetusto mar azul que se empecina en bañar tus pies… una y otra vez…

La tarde, aciaga ya, me trae a la memoria los recuerdos de un tiempo que por ser pasado no ha dejado nunca de ser tan nítidamente vivido… Tardes que saben a sal más que a sol… tardes de continuos “quiero”, de sueños e inocentes deseos… tardecitas de luz… más que iluminar el cielo… era ésta la que reposaba en tus ojos… tardes de piratas y bucaneros… de indios y vaqueros…  y a la noche nos tumbábamos sobre la arena a mirar el firmamento y a contar luceros…

¿Es tu nombre ese que tanto me silba el viento? … me miras… lo piensas… y lo pienso… Dame la mano, no tengas miedo, subiremos a lo alto… a lo alto del faro… te enseñaré ese lugar secreto que yo solo se… ese lugar donde cada noche las estrellas cantan y se bañan en el mar… a veces incluso hasta baja la luna y con ellas chapotea… de mi no dudes, mira hacia allí… dame la mano… o mejor abrázame… que quiero que en mi creas… Tápate… no me cojas frío… cae la noche y hace relente… acurrúcate junto a mi… que ahora averiguaremos porqué la noche sigue siendo tan oscura si existe entre los dos tan intensa y hermosa luz…

Jesús.