jueves, 26 de enero de 2012

Papá ..


La suave y tímida brisa de otoño azota con tino las hojas de los árboles de forma continua, como el eterno vaivén de las olas que vienen a romper a la orilla del mar. Y en un momento determinado, ignoto e impreciso, éstas se desprenden y comienzan a caer mecidas, ¡paradojas de la vida!, por la misma brisa que antes las hizo desprender de sus frágiles y ávidas ramas.

Comienza entonces, un ligero descenso, acunado siempre por el viento, de la hoja hacia la tierra, hacia la misma tierra en la que antaño brotó por primera vez.

Del mismo modo, tu, papá, te has marchado hoy, sin mirar atrás, sin decir adiós, sin nada mas que decir ni nada mas que hablar.

Ahora el silencio aprieta más que nunca, y las lágrimas, fruto del dolor de tu “partida”, ahogan mi alma y desconciertan a mi corazón. Sin embargo, se que no hay vacío ni ausencia, porque me queda la huella de tu presencia, y, aunque la hoja regrese a la tierra, se que hay algo que siempre se eleva por encima de todo y de todos: la esencia y el amor.

Uno no siempre puede expresar los sentimientos; no sabe, no quiere, no puede o no encuentra la forma o el momento. Ahora veo lo que antes no veía bien, ahora se lo que antes no sabía bien; ahora que mi camino encuentra algo de luz, ahora, coges y te vas, y, ¡maldita sea!, lo haces cuando mas te necesito.

Te vas sin decir adiós; te vas sin mirar atrás; te vas, y me dejas en un mar de oscuridad y soledad. Mas mi único consuelo, es saber, que sin tenerte a mi lado, nunca me abandonas, que sin poderte hablar ni mirar a la cara, nunca estaré solo, que aunque no te tenga aquí conmigo, papá, se que siempre tendré tu protección, amor, cariño y abrigo, porque tu eres mi padre y yo soy tu niño.

Jesús.  

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