Te miro mientras te
entretienes enredando tu pelo negro en tu afilado y frágil dedo índice; haces
tirabuzones, hacia adelante y hacia atrás, buscando un punto tras el cristal
donde fijar tu mirada. Llueve y la cristalera de la cafetería difumina tu
silueta con el filtro de un escaparate mojado y lloroso de gotas de lluvia
transparente y gris…
No lo sabes, pero al
otro lado, en la acera de enfrente estoy yo…mojado bajo un paraguas que en
lugar de aislar cala hasta los huesos… No lloro, que son lágrimas de lluvia…
Los coches vienen y
van, algunos saben hacia donde, y otros ni siquiera conocen hacia donde irán.
El suelo está lleno de hojas de diferentes tonalidades ocres, amarillos y
marrón. Hace frío, pero no es un frío que duela…
Mueves tu café con la
cucharilla hacia dentro, al revés, como siempre lo he hecho yo… Es curioso,
pero es la primera vez que te lo veo hacer… El humo de la taza inspira ternura…no
lo soplas sino que te entretienes ahora en verlo ascender…
El viento me trae una
hoja cromática de color pardo y canela que viene a posarse sobre mi mejilla…es
entonces, solo entonces cuando por un instante aparto mis ojos de ti… Retiro con un gesto rápido y suave la hoja de mi rostro y cuando vuelvo a alzar mi
mirada un estremecimiento recorre mi cuerpo desde los pies a la cara… Es un momento, un solo momento… ¡Puede haber tanta belleza en tan solo un momento! Empapado, ahora sí, me entran
ganas de llorar…pues tus ojos están clavados en los míos aunque nos separe ese
frío y húmedo cristal…
Jesús.
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