Hay algunas palabras
que parecen estar desterradas, repudiadas o condenadas al miedo… del silencio o
la descalificación… La angustia, la ansiedad, la tristeza, nostalgia o
melancolía suelen ser malsonantes… y por algunos, repudiadas en nuestro día a
día…
Hemos adoptado un
estereotipo de “falso optimismo”, o de “optimismo aparente” que lejos de
embaucar a otros no hace más que engañarnos a nosotros mismos… “La alegría debe
ser ilimitada”… es el slogan a modo de
spot publicitario que nos quieren vender y por los ojos meter…
Sin embargo, la
tristeza es un sentimiento legítimo… y yo diría, al igual que el amor, un tanto
“rebelde”… La tristeza y la melancolía, la angustia… son palabras que designan
emociones, sentimientos y estados de ánimo que forman parte de nuestra vida…
Lo que “anula” a la
persona no es la tristeza… sino la estupidez… Lo que matiza, modula el ánimo,
en cambio, es la intensidad… y la intensidad puede sentirse bien bajo el más
radiante sol o bien bajo una oscura noche de lágrimas y llanto…
Debemos defender la
rebeldía, nuestro sagrado derecho a la inconformidad… a estar contentos con una
bonita sonrisa difuminada en la cara… o, a estar, porqué no, soberanamente
apagados y tristes…
Al fin y al cabo la
vida está compuesta de contrastes, de claro-oscuros, de momentos… hermosos y no
tan bellos… porque hasta en el color, la naturaleza nos muestra una amplia gama de
matices…
Jesús.
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