lunes, 11 de febrero de 2013

Mirarnos...


Ella, siempre tan tímida y secreta ahoga las penas en pensamientos y miradas…

Me contó una vez, hace tiempo… hace mucho tiempo… que estuvo enamorada… Él la miró… y ella lo miró a él… y al poco tiempo, sin saber cómo ni por qué, se encontraron abrazados bailando… y bailaron y bailaron… así toda la noche… Al menos, eso me contó…

Pensaba que podía pasar desapercibida… ajena a las miradas… olvidando que entre cientos unos ojos de ella no se apartarían…

Con el tiempo el chico desapareció… con los padres partió a tierra lejana… sin más miradas… y sin despedida… Ella, en su silencio una carta dejó escrita… una carta que nunca nadie leyó… una carta de lágrimas vestida, sentida… una carta de amor en la que nunca supo decir “adiós”… que de entre tantas palabras escritas… esa, nunca se escribió…

Ella, está sentada hoy junto a mí… me toca las manos y acaricia con sus dedos mi carita… y mi nariz… pero sobre todo, lo que hacemos ella y yo… es mirarnos… mirarnos como testigos mudos que en silencio se adormecen en su letargo…

Nadie más nos ve… solos entre todos estamos ella y yo… pues si algo justifica tan hermoso momento… es que, a los ojitos, no podemos dejar de mirarnos…

Jesús.