Hay veces en el que las
cosas se ven mejor cuando se ven una segunda vez quedando desvirtuada esa fama
de la primera impresión, de la primera vez… Quizás, no estemos preparados para
afrontar a la primera las cosas y ciertamente, hasta la intuición necesite “meditar”
y asentarse como los posos del café… Quizás
nos ciegue o nos deslumbre algo desde el principio pero lo valoramos o
aprendemos a valorarlo no desde la primera sino desde una nueva vez…
Aquello que nos
encandila, la majestad del mar, la voz de una canción, el color de un paisaje o
la sensibilidad y sensualidad de una mujer es porque ya estaba previamente
asentado en un rinconcito de nuestro ser… hilos invisibles en stand-by,
refugiados en el inconsciente donde todo se siente pero nada se sabe… El primer
“encuentro” en silencio o con un leve susurro los puso a dormir en el lecho
donde residen los afectos… muy en lo hondo, en lo más profundo…
Por eso, la segunda
vez, aunque dure un instante, un segundo, tiene la fuerza de suspender en el
aire lo que antes yacía en lo más profundo y hacer que el agua mansamente
embalsada como un hermoso río lleno de vida por su cauce fluya…
Es por ello, que
elegimos un camino y no otro aunque no lo sepamos, aunque lo neguemos… es por
eso, que las mas de las veces nos pueden los sentimientos y el corazón y
dejamos como maestra de nuestra vida, aunque no lo veamos, a la intuición… Por
esa misma razón nos enamoramos… y quizás, solo quizás, el amor de “segunda” pueda suponernos… amor de
verdad… (quién sabe..)
Jesús.
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