Las cosas se suceden con una tibia sensación de continuidad…
Desayunamos, nos aseamos, en silencio soñamos… a veces, hasta nos besamos…
El trabajo o la pareja… una secuencia de repetición… un paseo, la
cena ya está hecha… Todo sigue su ritmo, nada va a cambiar… no hay porqué
temer, pensamos… creemos…
No prestamos atención a los cambios imperceptibles, a la sutileza,
a la magia de un segundo, al segundo que transforma un “momento”… a la ilusión
que lucha por sorprender y convertir la sorpresa en ilusión…
Si nos fijamos “veremos” que no hay inmovilidad… que todo fluye,
que siempre hay un proceso en marcha… un rio de luz que a cada instante fluye…
¿Son tus ojos?... No, eres tú…
En cualquier momento el agua puede fluir en forma de “lluvia” y
regar la tierra de la ilusión… o caer en cascada hacia el abismo de lo usual…
Son placenteras las rutinas… paz y sosiego dan… es incuestionable…
pero quizás no habría que “entregarse” a ellas con sumo afán…
Jesús.
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