Yaces en la camita, arropada, ¡que ancianita!, con los ojitos de
cristal, a los pies de pana una mantita y dos ovillos de terciopelo adornando tu
cabello… con ternura me cuentas,
mientras acaricias mi mano bajo la tuya:
<<No me acuerdo de las palabras; a veces, no se hablar… hace
tiempo que dejé de escribir, y, en ocasiones, no sé qué decir… Debe ser que el
ayer no quiere que le recuerde… y apartar de mí lo que tanto amé… Lo que no
sabe el “tiempo” y que yo si sé, es que el amor no se olvida, cuando se ama
como yo amé…
Olvidaré palabras, olvidaré incluso como en mis labios suenan…
olvidaré que quien se esconde tras ese espejo no es nadie a quien yo quiera… y olvidaré
también como el cariño que cada amanecer me traes, en tus labios resuenan…
Olvidaré que el cielo es azul y que mañana, mi niño, a mi ladito seguirás tu…
Mis recuerdos se van llenando de agujeros, de ausencias y vacíos…
que apagan a mi alma y hasta a mi voz callan… Es curioso, pero parece que todo
está cubierto por una inmensa red, una red de marinero… unos cuantos nudos y
cientos de agujeros…
Quizás, lo que me pasa no sea tan malo… Sabes, mi niño, que
siempre te amé… que por ti aprendí a llorar y hasta reír… luché, cientos de
veces caí… y otras tantas me levanté… y nunca, nunca de mis sueños te aparté…
Quizás, mi niño, llegados a este punto, sea el momento de cerrar
los ojos y… "nacer de nuevo"… >>
Jesús.
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